среда, 30 мая 2012 г.

EL CAPÍTULO 81.

Apretó en el mango - la puerta se abrió. En guardia, con cautela pisó el umbral. Escuchado - no hay sonido. Ella entró en el apartamento y cerró la puerta. Al verse en la oscuridad, se escuchó de nuevo. La casa estaba en silencio. Encendido de las luces, ella pasó la mano por la pared. Mientras ella no estaba aquí.
- Aquí está en su casa, Sylvia - susurró ella, mirando su reflejo en el espejo. Parecía una mujer completamente extraño, demacrado, con círculos oscuros bajo los ojos, el pelo revuelto y la ropa sucia. Quería ahora, de inmediato se quitara la ropa sucia. Empezó a sacar un frenesí de ella. El vestido, la ropa interior - todo voló en la basura. De pie en la ducha, Sylvia lloró, frotando su cuerpo con un cepillo duro, tratando de lavar todo lo que había sucedido a ella últimamente. Sí, lavar la suciedad del cuerpo puede, pero como lavar la suciedad del alma .....

Federico miró a la muchacha.
- ¿Estás seguro de que todo estará bien?
La niña asintió con la cabeza.
- Sí, doctor. Usted mismo ha dicho que con mi bebé está bien.
- En el orden - confirmado por Federico. - Pero te necesita la atención. En el barrio donde vives, no hay el buen cuidado. Bien lo sabes. Yo como médico y como hombre, no puedo dejar que te arruine a sí mismo ya su hijo.
Ella bajó los ojos.
- Tengo que irme, señor.
- ¿Por qué?
- Debo - repitió.
-Bueno, bueno - él estuvo de acuerdo. - A continuación, me da su dirección exacta. Te visitaré.
La chica negó con la cabeza.
- No, doctor. Yo mismo le llamo si necesito su ayuda. Me tengo que ir.
Se levantó de la cama y se dirigió hacia la salida. Miró por la ventana. "Es extraño todo" - Federico pensó, mirándolo desde un barrio pobre de la paciente se sienta en un jeep blindado.

El avión salió de la pista y comenzó a coger velocidad. De la dinámica la voz de la azafata llamó a los pasajeros para sujetar los cinturones de seguridad. Antonela atado y miró por la ventana. Ella estaba triste. Había en la parte inferior de su amado Buenos Aires, Aeropuerto de Ezeiza y las personas cerca de ella: Nico y Lu, Paula y Lautaro, Nicolás y Martín. "No, los ultimos deben ser eliminado de la lista," - pensó. Estos son dos temas que tenía que decidir en su viaje. "Es curioso, ¿no? Vuela a través de miles kilometros para ponerse al cabo con los hombres. Envejeces, la madre, envejeces". Se recostó en su sillón y cerró los ojos. Antes de un largo vuelo. Lidiar con sus sentimientos aún tiene tiempo, pero ahora sólo tiene que desconectar y tratar de dormir. Antonella hizo exactamente eso.

EL CAPÍTULO 80


La mujer abrió los ojos. Estaba tendida en la tierra. El vestido ondeaba al viento, dejando al descubierto sus piernas casi por completo. Se levantó y miró: se estira alrededor de un campo enorme, cubierto de hierba que crece aquí y allá un árbol solitario. No le recuerdo en el que pudiera ser. A lo lejos se oyó el sonido de las máquinas - al parecer, pasó la autopista sin peaje. Se fue por el camino equivocado.

- Dime, Buenos Aires está lejos? - Dijo la mujer, el conductor detuvo el camión.
- Sí, a cincuenta kilometros de ser, - dijo el conductor, mirándola de pies a cabeza.
- Me transportaré?? No tengo dinero solamente.
- Siéntase.
Ella rápidamente se subió al asiento y cerró la puerta. El coche siguió adelante.
En el camino a la ciudad se acordó de todo lo que pasó con ella últimamente. Aquí viene a casa del trabajo, va a su apartamento, la agarró, amordazado. Es conducido lejos, ella no sabía que con los ojos vendados. Mal aliento de alguien y cerrar las manos para subir debajo de la blusa. Rebota. Esto lleva a una habitación, sentado en una silla, las manos atadas, desató sus ojos. Ella está en un almacén, los términos de partes mentirosos, piezas de maquinaria. Dos personas que gritan a ella, tienes que llamar al lugar donde Pablo escondido. Ella dice que no sabe. Se volvió a preguntar, y luego le pegó una. Ella lloraba, estaba herido y asustado. Por otra parte, le vendaron los ojos. Una voz le ordenó, se apaga. Y entonces .... Es mejor no recordar lo que sucedió después. Sintió náuseas.
- ¿Está bien? - Compasivamente le pidió al conductor.
- Sí, - sonrió ligeramente.
Él lo plantó al lado del parque, "Pereyra Iraola". Después tiene que llegar más, sin dinero, a pie. Pero lo más importante, que ya está en la ciudad. Va a ir.

- ¡A ninguna parte no iré! – ha declarado Nico.
- ¿Pero por qué? – No comprendía Antonella. – hace tanto tiempo a ninguna parte no salíamos juntos.
- Las mamás, hace poco me reñías por lo que no visito la universidad. Y ahora quieres llevarme del país, y casi a finales del año escolar, ante los exámenes.
- Claro, eres derecho. El estudio ante todo, – ha consentido Antonella.
- ¿Que en general te venía a la cabeza ir a España?
Ha suspirado.
- Es tan necesario, hijo.
- Y bien, así va sola.
- Y, realmente, Antonella, - Paula ha hablado. Estaban en la sala del apartamento de Antonella. ¿– Para que a ti llevar a los niños a través del océano? Nico se preparará para los exámenes. Controlaré, no se preocupes. Y Lu vivirá perfectamente a nosotros. Ya ha recobrado la salud casi. ¿La verdad, chiquitina?
Lu ha comenzado a menear la cabeza en la respuesta.
- Y bien, sin embargo, las mamás, - ella se ha gazmiado, - no quiero ir también a España.
- Me cortáis simplemente sin cuchillo. Allí bajaré de la mente de la inquietud. Especialmente por ti, - Antonella ha mirado rigurosamente en el hijo.
- No se preocupes, todo será bueno, - Paula la ha asegurado. – Prometo que te llamaremos cada día, y al fin de cuentas nos mandarás al diablo que no te importunemos.
Antonellaа ha sonreído.
- Y bien, han persuadido, está bien. ¿Donde era allí mi maleta?