среда, 2 ноября 2011 г.

EL CAPÍTULO 17.

Si a Anna Baretti le han dicho que ella tendrá alguna vez tal vecina loca, ni por que no ha creído.
Por aquella mañana preparaba, como siempre, el café en turco para tomarlo en el balcón del apartamento, gozando de cada sorbo y saboreando, que alegre y saturado será su nuevo día. Habiéndo vertido él la tacita de la bebida perfumada, doña se ha instalado tranquilamente en la butaca y se ha preparado hacer los primeros sorbo, como ha parecido oír el ruido incomprensible. Ha pensado que le parece, y de nuevo ha llevado la taza a la boca. El ruido ha repetido. ¿"¿qué pasa?" - ha sida indignada sobre Anna, se ha acercado a la baranda del balcón y ha asomado a la calle.
Abajo, cerca de la entrada de gala, una señora con el niño en las manos trataba de sacar del maletero del coche a la maleta. Aquel se negaba a pasar en propiedad, que enfadaba seguramente al ama. Habiendo tirado por la mano y habiendo comprendido que es inútil, la mujer ha tratado de levantar enganchando por un lado, pero la maleta no se movía.
- ¡Para que te hayas derrumbado! - ha exclamado después del intento fallado siguiente y ha dado pernadas al coche por el parachoques. En el mismo momento la chiquitina en las manos ha comenzado a gimotear, y la portezuela trasera del automóvil se ha abierto, por ella ha asomado el muchacho de los años 12 y por la voz culpable ha dicho:
- ¡Mamá, quiero en el excusado!
Habiendo publicado uno incomprensible o el grito, o la expiración ruidosa, la señora ha estallado por el pasaje injurioso a propósito de que esta maleta estúpida no pasa en propiedad, y los niños, en lugar de ayudar, la importunan con cada absurdo.
Doña Anna observaba todo este cuadro del balcón, y en este momento ha sentido que debe entrometerse.
- ¿Puede, planten al niño en el coche? Dos manos es mucho más conveniente trabajar, - ha dicho como es posible más fuertemente que la mujer la haya oído.
Aquella se ha vuelto a la voz, ha mirado con atención en que hablaba y ha pronunciado:
- ¡No se entrometan, doña!
Anna ha abierto, era, la boca para poner a la insolente al lugar, pero ha cambiado de opinión y ha encogido de hombros solamente. "¡Aquí ayuda después de esto a las personas, - ha pensado, - En la vida no veía a tal grosera ineducada!".
Doña se ha alejado a la baranda y de nuevo se ha instalado en la butaca. El café se ha enfriado completamente. ¡Y bien, aquí, toda la mañana
насмарку! Ha tomado la taza con la bebida que se ha enfriado, ha llevado a la cocina y ha derramado todo en el fregadero. Habiendo lavado la vajilla y habiendo secado las manos, la mujer ha salido del apartamento y ha bajado a la entrada de gala.
La señora combatía todavía contra la maleta, la verdad del niño en las manos no era.
- Le ayudaré, - ha dicho Anna, - En mi apartamento hay un excusado para el muchacho y la leche caliente para la chiquitina.
- Gracias, señora - ha respondido la mujer, - y perdonen que ha levantado la voz.
- De nada, - ha sonreído doña en la respuesta. Y la señora no tal e ineducado...
Ha tomado a los niños y los ha movido a él a casa, ha mirado por el camino al vecino, el propietario solitario del restaurante pequeño, y ha pedido ayudar con la maleta uno loco, que se bate sobre él ya casi la hora y, por lo visto, vivirá en su casa.

La maleta han sacado al fin, para esto tuvo que como es debido aceitarlo a los lados. La mujer ha agradecido al salvador y se ha negado rotundamente a su ayuda ulterior.
- Llevaré la maleta. Y así para yo habéis hecho demasiado. Gracias, señor.
- No me ofendan, señora, - ha respondido el hombre, - Para mí la alegría - ayudar a tal mujer encantadora, como Ud. A propósito, permitan presentarme. Me llamo Víctor Allaga. Tengo el restaurante detrás de la esquina. Seré muy contento, si junto con los niños pasáis de alguna manera a mí comer por la porción de crepes y tomar el batido.
- Y sabéis persuadir, - la mujer se ha echado a reír, habiendo desnudado una serie de los dientes blanco como la nieve, - Mi nombre Antonella. El hijo es llamado Nico, en forma abreviada de Nicolas, y la hija - Lucrecia, pero
a ella todos nosotros llamamos Lu. Y visitaremos obligatoriamente a Ud el restaurante.

El señor Allaga ha ayudado llevar la maleta hasta el apartamento - se encontraba en el mismo piso, así como a aquella doña que ha albergado a los niños.
Antonella ha agradecido una vez más al hombre, habiendo confirmado la promesa de mirar a él entre semana.
Habiendo abierto el castillo, la mujer ha abierto la puerta. Ahora es su casa, ella y los niños. Habiendo suspirado, ha traído la maleta en el apartamento, luego de nuevo la ha cerrado y ha llamado a la puerta enfrente.

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