среда, 2 ноября 2011 г.

EL CAPÍTULO 18.

Ignasio Dalgo se sentaba en la butaca presidencial en el tercer piso "Banco de Argentina" y golpeteaba por los dedos por la mesa.
Hace tres días él ha dado la tarea al agente en la corporación Cornejo-Mejia, pero aquel hasta ahora no se ha puesto al habla. La espera ya lo ha exasperado mucho lo es se ha acostumbrado que sus subordinados den el resultado rápidamente.
Ignasio se ha levantado y se ha acercado a la ventana. Su figura pesada ha ocupado casi todo el espacio. Él respiraba penosamente. "Estos juegos me llevarán alguna vez hasta el infarto," - ha pensado él, planchando a las personas que tienen prisa a algún lugar que pasan delante del coche. La ciudad vivía por la vida activa, y él, Ignasio Dalgo, ocupaba en ello ni mucho menos el último lugar.
Ha comenzado a sonar teléfono. El hombre ha vuelto a la mesa y ha descolgado el auricular.
- Comeré en el restaurante "Cordoba" a la una y media, - ha dicho él después de algún silencio y ha colgado el auricular.
El restaurante "Cordoba" tenía fama por la cocina excelente y los precios democráticos. A cualquier hora había allí muchísimo pueblo, enteramente los representantes de la élite de trabajo del Buenos Aires. Eran pasados Aquí los desayunos de trabajo, las comidas y las cenas, eran entabladas las negociaciones, consistían las transacciones. Los camareros es pausado iban entre las mesitas, cambiaban los ceniceros, aceptaban el encargo o la cuenta pagada, llevaban las bebidas y los platos preparados.
Ignasio Dalgo ha encargado la sopa de gallina y se ha desarrugado casi con él, cuando a su mesita se ha acercado la persona. Él se ha desgajado del plato, ha mirado el hombre que está y por el gesto le ha indicado a la silla. Aquel de las aldeas.
Ignasio ha terminado de comer la sopa, ha corrido el plato y esperaba, cuando le traerán el segundo plato. El silencio se apretaba claramente.
- ¿Pues? ¿- no ha sostenido él, - O a mí por de ti a las tenazas estirar?
- Perdonen, señor Dalgo, - el hombre al contrario en seguida ha comenzado a trajinar y ha empezado a tener hormiguillo en la silla, - he conocido todo.
- ¿Por qué tan largo? - Esta colmenilla lo ha comenzado a irritar.
- Las circunstancias imprevistas, el señor. Pero ahora todo es puntual. La compañía de relaciones públicas para él es acompañada con cierto Antonella Piovano.
Ignasio no ha creído a las orejas. ¡Es aquí la vuelta! ¡La ex esposa de Nicolas Cornejo-Mejia! Sí, ella el mejor especialista en el asunto. Pero si todo sabía torcer, es posible hacer muy no malo... ¿Sí que no malo?. La papilla excelente. Él ha sentido que el día de su triunfo no lejos, y el pensamiento como volver la situación que se ha formado en la parte, favorable para él, inmediatamente pasaban en su cabeza.
- Has trabajado perfectamente, mi amigo, - ha dicho él en voz alta.
La persona ha sonreído al contrario, pero Ignasio ha sentido, cómo aquel todo se ha esforzado. "Algo no así en este muchacho", - era pensada por él.
- Quiero, - ha continuado el hombre, - para que conozcas sobre este Antonella Piovano todo. Donde vive, con quién que come que bebe. ¿Comprendes? Todo.
- Sí, señor.
- No aplaces. No quiero esperar.
- Sí, señor.
- Y ahora ve. A mí caliente se enfría.
- Que aproveche, el señor, - ha musitado la persona, pero Ignasio Dalgo no lo oía lo es era enteramente ocupado por el cordero.

El hombre ha salido del restaurante y ha vuelto al aparcamiento. "Ve, y esto a yo caliente se enfría", - ha contrahecho él Dalgo y ha sentido, cómo el odio ardiente a este estraperlista que ha rebasado todas las medidas lo rellena todo naturaleza.
- ¡Pagarás! ¡- ha dicho silbando él, - todo paguen por mi humillación! ¿Piensas que ti más inteligente, Ignasio Dalgo? No. Jugarás por mis reglas.
El hombre se ha echado a reír, ha puesto en marcha el motor y ha tirado del lugar así que sobre el asfalto había unas huellas negras de los neumáticos acalorados.

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