суббота, 19 ноября 2011 г.

EL CAPÍTULO 40.


Nicolás había sido inesperada y desagradable sorpresa de ver Antonella. Ella se echó a su oficina y se detuvo en la puerta, atónito mirando a su alrededor. Él la miró en silencio y esperó a que se volverá algo desagradable.
- No está mal establecido, señor, - dijo finalmente.
- Yo trato de que coincida con el estado - dijo Nicolás, un poco decepcionado de que no podía burlarse Antonella sus propias armas.
Miró de nuevo y se acercó a la mesa y de pie junto a una silla para los visitantes, pero no el pueblo.
- ¿Qué se debe su visita? - Le preguntó.
Ella estaba un poco confundido, ¿qué es más lo sorprendió.
- Vine a darle las gracias.
- ¿Por qué? - Fue la tercera sorpresa en los últimos cinco minutos.
- Para una tarjeta y una flor. Muy amable de tu parte.
Nicolas se encogió de hombros. El no encontrar a su extraño comportamiento.
- Me gustaría ver a su hijo, eres hermoso sobre esto sabes.
Antonella suspiró. La terquedad del ex marido lo hagan por mí mismo, pero hoy no estaba dispuesto a este tipo de explosión emocional.
- En el tonto la competencia no sería igual - y me dijo con cansancio, una pequeña pausa, añadió: - Ni
сo pronto será padre.
La última frase enfureció Nicolás.
- ¿Quién? - Le preguntó irritado. - Se trata de una pila a pie de los músculos?
- No lo llaman así. Él fue muy bueno y me ama.
Nicolás se levantó de su escritorio y se fue a Antonella, lo más cerca que podía pagar. De repente quería abrazarla y nunca lo dejes ir, no se dé por Martín Suárez, o como está ahí, esta encarnación de los sueños de la revista femenina.
- ¿Y tú? - Le preguntó con cautela, Nicolás y en el mismo momento de darse cuenta de que no quiere escuchar la respuesta.
- Yo? - Le preguntó en respuesta a Antonella y en silencio. Ella no sabía qué decir.
- ¿Por qué se callan?
- Martin se metió en una avería. Es todo culpa mía.
- Estás exagerando. No podías saber esto.
- No entiendes, Nicolás. Si no la transferencia, que nunca había volado con ellos todo estaría bien - enterró su rostro en su pecho y lloró en voz baja. Él la abrazó como para proteger contra todas las adversidades y cálido, con su calor.
- Él nunca me va a perdonar, - dijo entre lágrimas.
Y a continuación, Nicolás se dio cuenta de que había recibido una respuesta a su pregunta. La mujer que amó más que la vida, ahora en su oficina llorando por algo más, una más dignos que él. Su corazón fue traspasado por el dolor de repente y lamentamos que no se volverá a - su amor.
- ¿Quieres, hablaré con él? - Pregunta .- Voy a explicar todo lo que le dicen que es incorrecto decir que todo era culpa mía.
Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas, y surgió en ellos la esperanza.
- ¿Estás seguro que hacerlo? - Le preguntó Antonella.
- Es cierto - dijo Nicholas y él agregó: ". Para ti - lo que quieras, pero estaban contentos"
Antonella nuevamente dejó caer su cabeza sobre su pecho. Las lágrimas ya no le atragantó. Ella lloraba en silencio, sintiendo su plena protección y el calor cercano y querido amigo, aunque no el primero tiene a su marido, pero no se convirtió, sin embargo, un extraño. Él puso su brazo alrededor de ella. Es un poco relajada en sus brazos, se acercó más a él.
Ella lo miró, sabiendo que ahora puede suceder, pero no tenía ningún deseo de evitar esto. Cuando sus labios tocaron los labios Nicolás, Antonella dio ese beso con pasión, y de pronto su deseo.
- ¡Qué escena tan bonita! - En la puerta estaba Mary-Inés y aplaudieron con fuerza. Desde detrás de su secretaria mirando asustado.
Antonella y Nicolás se rompió el beso y la miró ve incomprensible. Sólo que ellos estaban juntos, acariciándose, y les pareció tan natural que la aparición de Mary-Inés hizo la falta de armonía en el idilio más recientes e inmediatamente les devolvió a la realidad. Salieron de cada culpable, como si fueran capturados para algo vergonzoso.
- Vale la pena venir a ti en tu oficina, Nicolas, a la altura de la jornada laboral para ver lo que haces. Sí, incluso con alguien? Con este ladrón, - la palabra "ladrón" Mary-Inés énfasis. Pero ella no tenía que hacerlo. Antonella y ambos se dieron cuenta de que cometer el error siguiente.
- Voy a ir, - dijo en voz baja, y lanzó una mirada tímida a Nicolas, salió de la oficina.
- ¿Por qué viniste? - Le preguntó Nicolás, cuando la secretaria cerró la puerta.
Mary-Inés desafiante sentó en la silla, se puso en la mesa, tomó su bolso y encendió un cigarrillo.
- Le pregunté - que fue alrededor de la mesa y se sentó frente a ella.
- ¿Y qué, no tengo derecho a entrar en la oficina a mi hombre amado, que es el padre de mi hijo?
- El humo del tabaco no hace daño al niño? O no estás embarazada? - Nicolas miró a Mary-Inés, pero ella, como
una intiganta experiencia, y la frente no se llevó. La mujer encendió un cigarrillo y, sin quitar mirada, respondió:
- El médico dijo que en las primeras etapas allí. Pero no lo haré, lo prometo.
- Entonces, ¿por qué has venido? - Otra vez repitió la pregunta, Nicolás.
- Quiero que me acompañó en la tienda de ropa infantil.
- Tengo a del mediodia de reunión de negocios, y luego me voy a Rosario. - Y Nicolás no tenía ningún deseo de acompañar a su amante para ir de compras.
- Por supuesto - dijo, ofendido - por su ex esposa, ha encontrado el momento. Y la madre de su hijo no.
Nicolas sonrió y abrazó a la mujer.
- No te preocupes, querida. Sigo viviendo con ti - dijo, y rápidamente le dio un beso. - Bueno, todo lo que tengo que ir. Nos vemos esta noche.
Dobló todos los papeles en la cartera, y se dirigió hacia la salida.
María Inés se casó con él en la sala de espera y esperé hasta que salió y pidió a la secretaria que escribió en la concentración y fingió que todo lo que sucede no puede tocarla.
- ¿Como es su nombre Usted? - le preguntó Mary-Inés.
La secretaria levantó la vista del equipo y dijo:
- Silvia, señorita.
- ¿Cuánto tiempo hace que trabaja aquí?
- Cinco años, señorita.
Mary-Inés de nuevo todo lo que pesan y dijo:
- Tengo que preguntarle, Silvia. No podía cuidar de Nicolás y quiero saber si es una mala noticia?
Silvia no era un tonta. Es bien entendido que se solicitó de ella por esta mujer.
- Podría, señorita.
- Aquí está mi tarjeta - Mary-Inés le dio la secretaria de la tarjeta - Llámame. Estoy en deuda no quedarse.
Sonrisa fría, la mujer se volvió y salió de la sala de espera. Silvia pasó sus ojos y gruñó indignado.
- No lo ven como sus oídos, señora, - dijo, mental frente a Mary-Inés.
Entonces cogió el teléfono y marcó Pablo.

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